La primera mano que sostuvo la mía, de Maggie O’Farrell

La primera mano que sostuvo la mía, de Maggie O’Farrell
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La literatura, o más bien la capacidad narrativa de un escritor, puede conseguir compendiar dos vidas lejanas, presentar un espejo desde el cual se nos ofrece una fusión progresiva entre dos almas simétricas.

El espejo en este caso se establece entre dos espacios temporales bien distintos. De un lado conocemos a Lexie Sinclair, quien lleva una aparente apacible vida en la campiña inglesa a mediados del siglo XX. hasta que la porpia Lexie nos hace ver que lo apacible puede acabar siendo atosigante, desesperante, alienante. Cuando Lexie decide abandona su casa, Londres parece recibirla con los brazos abiertos de su nueva libertad. Junto a Kent conocerá la bohemia, el brillo de la noche y la sintonía con otros espíritus inquietos que tampoco encuentran su espacio en la rutinaria realidad.

Al otro lado de la simetría abanzamos hasta descubrir a Elina en un tiempo actual. Ella es una madre que quizás no quería serlo. Con la responsabilidad de la nueva vida a sus espaldas, Elina transitará entre las dudas y la dispersión. Su pareja parece por momentos realizar un mismo viaje hacia otro espacio lejano, sin restos alguno de la sintonía que en otros momentos pudo haberlos unido.

Momentos vitales muy diferentes entre la Lexie del siglo pasado y la Elina actual. Y sin embargo, bajo la complicidad de la ciudad de Londres, descubrimos los mismos pasos en una y otra mujer, como si la ciudad supiera que ambas compartían su esencia a ambos lados del plano temporal.

En el fondo se trata de inercias y de costumbres, de si verdaderamente tu camino era tu camino. De si has conseguido algo de lo que esperabas o de si únicamente te has ocupado de enterrar sueños bajo la cotidianeidad.

Maggie O´Farrell consigue en este paralelismo una alquimia literaria, una empatía que nos salpica a todos entre la persona que pensamos ser y la que finalmente fuimos.

Puede que nunca sea tarde para cambiar. De hecho, mientras se está vivo siempre hay oportunidad para reescribir la bitácora. Solo que las situaciones son las que son, las limitaciones y responsabilidades mandan. El margen que queda puede acabar conduciéndonos a la melancolía, como le ocurre a Ted, la pareja de Elina. Solo que ella, como Lexie, se siente con fuerzas para cambiarlo todo. Es eso o sucumbir a la nada.

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