Donde fuimos invencibles, de María Oruña

Donde fuimos invencibles, de María Oruña
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Es indudable que el género negro español está siendo abordado por todos los flancos por buenas escritoras como Dolores Redondo o la propia María Oruña.

En el caso de María, en cuya pluma en ocasiones he encontrado cierta sintonía en sus personajes con Víctor del Arbol (hoy va la cosa de comparaciones), su nueva novela Donde fuimos invencibles se adentra en lo paranormal como un espacio telúrico que arraiga en los viejos espacios, invitando a pensar o presentir que una vieja y lustrosa casa todavía puede estar habitada por ancestrales presencias.

Viajamos hasta Suances. La repentina muerte de un jardinero del Palacio del Amo, mientras llevaba a cabo sus tareas de mantenimiento, parece asociarse con la simple fatalidad de una muerte prematura provocada por un fallo cardíaco.

La propia ambientación estacional de un estío que remite en favor de la melancolía del otoño parece un argumento más hacia esa intención transformadora de la realidad en un capricho telúrico, en una llamada de la tierra, en una evocación de la vieja casona, en un primer escalofrío vespertino del ocaso que busca el nuevo seno del final del verano.

El primer y más grande sorprendido por el luctuoso acontecimiento es el propio ocupante de la vivienda. El escritor Carlos Green, reconocido plenamente en su oficio allá en América, aunque originario de la cuna de esa vieja casona, no da crédito por la muerte del jardinero. Afectado y compungido relata a la teniente Valentina Redondo que un cierto presagio lo venía abordando últimamente. Solo que siendo él un literato, se entiende que la imaginación puede acabar desbordando en ciertas ocasiones.

Para una persona empírica como Valentina, las sensaciones que Carlos Green le ha transmitido le suenan al delirio de un Poe encerrado en su celda y escribiendo sin parar delirantes y oscuros relatos.

Y sin embargo siempre hay un momento para empezar a creer en algo más de lo que adivinan los ojos y completan el resto de sentidos. Porque pese a que el jardinero ha fallecido únicamente porque su corazón dejó de latir, unas extrañas huellas revelan un contacto previo al final de su vida…

Valentina y su equipo de técnicos; Oliver su pareja y Carlos Green; incluso los habitantes de Suances, especialmente algunos de ellos. Entre todos estos personajes se mueve una corriente del pasado, un secreto ancestral, un tétrico susurro del viento entre las ramas que parece alcanzar hasta el oído del lector…

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