La búsqueda del algoritmo, de Ed Finn

La búsqueda del algoritmo, de Ed Finn
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La vida es matemáticas en última instancia…

¿Qué probabilidades hay de que te encuentres con la persona que necesitas entre miles de millones de personas?

Esa es la respuesta final que busca el algoritmo, una especie de síntesis entre el cálculo estricto, la probabilidad de la estadística y la necesidad personal, solo que su fin último es encontrar a la persona perfecta para cualquiera que sea el interés de su planificación.

Segmentación de la publicidad, cookies, conectividad, rastreo, noticias selectivas, la alienante postverdad como una realidad al gusto del consumidor. Las arañas o boots nos tienen localizados, somos una ip desorientada que busca lo que necesita… y el algoritmo se dispone a facilitárnoslo.

Poder, de eso se trata. Quien desarrolle el mejor algoritmo o quien lo controle de la mejor manera será capaz de gobernar muchas de nuestras decisiones.

Ed Finn, flamante director del Centro de Ciencia e Imaginación de la Universidad de Arizona se ofrece en este libro a darnos muchas claves del paradigmático cambio de concepto de la humanidad entera sumida en la conectividad de la red.

Una especie de I.A (Inteligencia Artificial) se ocupa de procurarnos nuestras dosis de soma (véase Un mundo feliz, de Aldous Huxley), y el agoritmo es su herramienta perfecta para buscar ese cálculo preciso entre lo emocional de los gustos y lo efectivo del producto.

La red sabe todo de nosotros (o al menos de nuestra IP) y procesa nuestra información al servicio de cada causa comercial. Eficiencia publicitaria convertida en gráficos que apuntan siempre hacia arriba.

Pero además Ed Finn nos habla de imaginación al servicio del algoritmo. Es como si la Inteligencia Artificial, gracias a Dios, todavía precisara de mentes humanas creativas, capaces de completar el procesamiento de la información con el empuje final de la creatividad, del ingenio que asalte finalmente al usuario, que genere la conversión de la venta o que oriente la decisión del tipo que sea, social o política…

En cierta forma todo esto nos asusta, nuestro monstruo cada vez parece más autónomo y capaz de alimentarse por sí mismo. Pero a su vez la esperanza se cierne sobre la faceta creativa. Un algoritmo no puede crear a un humano. Un humano es el Dios del agoritmo, el que puede terminar de dar el color perfecto a una puesta de sol, provocando que dos enamorados por fin se den su primer beso…

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La búsqueda del algoritmo, de Ed Finn
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