La maldición de la casa grande, de Juan Ramón Lucas

La maldición de la casa grande, de Juan Ramón Lucas
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uando un periodista como Juan Ramón Lucas, de larga trayectoria y además laureado por su desempeño en diferentes medios de radio y televisión, se lanza al mundo literario, siempre se espera una transición hacia la narrativa marcada por esa vocación de comunicación, de transmisión de intrahistorias, de interés por la crónica. Algo así ocurre con otros como el argentino José Pablo Feinmann o incluso con el exministro Màxim Huerta, entre muchos otros.

Así que la llegada de esta opera prima de Juan Ramón Lucas bebe de esa intencionalidad por abrirnos a sucesos particulares, a vidas que componen una noticia sobre el devenir social y político, pero también sobre la interioridades de la vida, ese aspecto que el periodismo no puede alcanzar a presentar a los espectadores, oyentes o lectores de prensa.

La profundización en un personaje a caballo entre los siglos XIX y XX, como fué Miguel Zapata Sáez abunda en ese interés periodístico que la narrativa permite desarrollar con evocaciones del mito, del personaje que trasciende pero también del detalle, de la humanidad en esencia que destila ambiciones y pasiones, desencuentros y enfrentamientos.

El Tío Lobo, como se conoció a Miguel Zapata por enfrentarse a los lobos que asediaban a las reses que él mismo custodiaba, fue eso, un ganadero que supo reciclarse en un tiempo en el que este proceso tan solo estaba al alcance de los privilegiados por cuna o de los más audaces entre todos los demás.

De ganadero a vendedor de licores y de ahí, con sus primeros ahorros, fue ganando su espacio en el negocio minero, pujante en la región de Murcia a finales del siglo XX. Visionario como pocos, Miguel Zapata fue adaptando la minería de la zona a los mayores avances de Europa, consiguiendo implantar un imperio en la extracción pero también en la distribución y abastecimiento de todo tipo de elementos de minería.

Pero más allá de los hechos conocidos, oficiales, como digo Juan Ramón Lucas ahonda en el personaje, en el Tío Lobo, así como en las circunstancias de una colectividad minera explotada, donde la mujer se convertía en objeto de abusos con demasiada asiduidad, donde la contaminación se extendía sin control alguno.

La voz femenina de María Adra va engarzando los detalles propios de una vida novelada con dos caras bien distintas y de un contexto de miseria e incluso de violencia. Las renuncias y desvelos del Tio Lobo así como sus pasiones y tragedias (aquellas que anuncia el título sobre la maldición de la casa grande). Una vida intensa en todos los aspectos que acaba salpicando de emocionantes y trágicas crónicas la Historia de todo un país.

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