3 mejores libros de Eduardo Mendicutti

Muchas veces los ojos del escritor escrutan la realidad con el particular deseo de encontrar la rareza, la anomalía, lo extraño. En la medianía y la normalidad no suele habar grandes historias que contar (pese a que esa «normalidad» tan solo sea una cesión a los convencionalismos). Aquel que hace ostentosidad de sus diferencias, toda persona que ejerce su libertad como una muestra deliberada de su esencia, puede ser un gran personaje literario.

Eduardo Mendicutti se gusta escribiendo y presentando esos personajes que acaban rompiendo sus corsets (nunca mejor dicho considerando además el aspecto fetichista de la metafórica imagen). Porque en lo más hondo de esos convencionalismos residen pulsiones tan básicas como el sexo y su sexualidad, con la diversidad de representaciones que puede adquirir en cada persona.

Liberarse en lo sexual puede ser un gran paso hacia otro tipo de liberaciones necesarias para la integridad personal y que, sin duda, conducen de mejor manera a la felicidad y la autorrealización.

Esta bien…, «solo» se trata de novelas, las novelas de Mendicutti, con sus referencias abiertamente homosexuales en universos donde se aprecia esa necesidad impuesta de contricción frente a todo lo que suponga desear por encima de las corrientes oficiales. Pero los personajes de Mendicutti acaban superando esos límites e incluso, en ocasiones, lanzan una risa irónica al lector.

Top 3 mejores novelas de Eduardo Mendicutti

El palomo cojo

La trama tiene un punto de novela veraniega. Una especie de retrospectiva de la infancia, del contraste entre el mundo de un niño y el más sofisticado espacio de la edad adulta.

Pero…, (con Mendicutti siempre hay peros) a la vez que conocemos al pequeño de 10 años, que se asoma a las vidas de esos personajes adultos en torno a una casa de sus abuelos donde convalece de una larga enfermedad, descubrimos gracias a la propia sensibilidad del pequeño, las particularidades de los habitantes de la casa, sus rarezas y excentricidades.

Poco a poco consideramos que en esa residencia temporal de privilegios, lujos y todo tipo de exotismos culturales puede ser el espacio perfecto para el desarrollo a su particular madurez en ciernes.

La historia se mueve a mediados del siglo XX, donde se puede entender que las libertades públicas se encuentren raptadas por el régimen.

Y sin embargo esa casa…, el tiempo para abandonar la inocencia se encuentra próximo para el protagonista. Sus descubrimientos nos enfrentan a una perspectiva sobre la sexualidad y su aprendizaje que enlaza con la esencia de lo que somos, ese tránsito entre infancia y madurez en el que acabamos dejándonos jirones del alma.

El palomo cojo

Malandar

Un aspecto singularmente paradójico en el transitar hacia la madurez es esa sensación de que quienes te acompañaron en un tiempo feliz puedan acabar distando años luz de tí, de tu forma de pensar o de tu forma de ver el mundo.

Sobre esta paradoja se ha escrito mucho. Me viene a la memoria ahora un caso drásticamente ejemplar como el de la novela Mystic River de Dennis Lehane, o también Sleepers, de Lorenzo Carcaterra, curiosamente dos novelas llevada al cine.

Cierto es que estas dos historias rompen esa transición de infancia y madurez desde lo traumático, pero ese trauma, ese cisma en pequeñas réplicas, creo que nos sobrevienen a todos al asomarnos ya con cierta perspectiva a la niñez para divisar la vieja imagen en sepia de algunos de los amigos que nos acompañaron entonces.

No obstante, en esta novela esa inercia hacia la ruptura parece afrontarse con una perspectiva más triunfalista. La amistad se puede imponer, pese a todo… Toni y Miguel fueron buenos amigos de la infancia, junto con Elena terminaron componiendo un singular triángulo de esos con aristas y por qué no decirlo, también con secretos.

El lugar especial, ese refugio de toda infancia donde se estrechan los más especiales lazos se llama Malandar, un pequeño universo ajeno a todo lo demás, donde la amistad se estrecha con sangre, convirtiendo la confluencia entre tiempo y espacio en un santuario.

En Malandar Toni y Miguel soñaron con mundos propios de niños de 12 años. Y es gracias a Malandar y su simbolismo que la amistad consigue prolongar su sensación de eternidad pese a saber que a cada nueva visita se dispone de menos tiempo…

Durante muchos años más los dos amigos sabrán que deben mantener su cita, un viaje para jamás olvidar lo que fueron y lo que tuvieron, un misterioso visado al pasado, a sus rescoldos y el calor y la luz que todavía pueden rescatar como auténticos privilegiados en la simpleza del pasar del tiempo y el vivir…

Malandar

El ángel descuidado

Un canto abierto y descarnado a favor del amor, en la representación que sea. Nicolás y Rafael se descubren en medio de un noviciado, allá por 1965, quizás el peor espacio para acabar por convencerte de que eres homosexual.

Más allá de la repudia social, en ese espacio hasta Dios parece ponerse en tu contra. Solo que…, cuando la verdadera fé de lo que dicta tu corazón y hasta la última célula de tu cuerpo despierta con vehemencia nada puede ponerse por delante, salvo el tiempo…

Años después Rafael y Nicolás se reencuentran. ¿Por qué negar lo que fue? Acaso por reconocer que no eres lo que has recorrido en tu camino, por algún tipo de resquemor. Las dudas de aquel viejo amor de juventud despiertan con virulencia en ambos ataño amantes.

El ángel descuidado
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