Los 3 mejores libros de John Cheever

El narrador más imperioso es aquel que se ve conducido a la escritura como liberación de fantasmas, expiación de culpas o sensaciones de derrota. La vida de John Cheever pronto se sumió en esa sensación de derrota. Si el joven Cheever ya era un adolescente problemático, el abandono paterno no hizo sino potenciar una adolescencia y juventud en la cuerda floja de la rebeldía y el nihilismo.

Todo aquello acabaría siendo sustento de muchas de sus novelas y relatos. Un existencialismo crudo lo atraviesa todo, con la contradicción de intentar trivializar trascendentales aspectos de los personajes a la vez que se intuye la pesada idea de la búsqueda de algún asidero para seguir vinculado al mundo.

Otra fórmula para este tipo de casos de escritores condicionados por sus circunstancias sería el caso de Bukowski y su realismo sucio. Pero mientras que en Cheever se desprende ese brillo lúcido de humanidad entre la alienación de los barrios bajos y los personajes que deambulan sin muchos quehaceres y escasas pretensiones, Bukowski se convierte en el maestro de la perdición, asumido siempre que todo está realmente perdido.

Acercarnos a Cheever es redescubrir la dimensión del relato. Desde una narración corta se puede albergar un universo mucho más extenso que en cualquier novela (Volviendo a las comparaciones, el apelativo de «Chéjov de los suburbios» le viene que ni pintado a Cheever, solo que la distancia temporal y cultural, así como los dispares contextos sociales entre el escritor ruso y este americano provocan una escenografía bien distinta)

Top 3 mejores novelas de John Cheever

Relatos de John Cheever

El nivel literario, humano y la cadencia narrativa de los relatos de Cheever tienen algo muy especial. Que una compilación de relatos se hiciera con el premio Pulitzer de novela allá por 1979 supone un acto de adecuación del premio hacia la obra.

Una especie de reverencia para asumir que la composición, el mosaico, la suma de historias y perspectivas puede considerarse una novela con la misma validez que otra de estructura más estándar. Cheever encontró en Nueva York (como tantos otros creadores de ayer y de hoy) la ciudad universal, el entorno perfecto para disponer de un cosmos en la suma de sus manzanas, con sus suburbios y sus zonas de clases altas.

Nueva York es un relato y una novela (y miles de películas). Probablemente por esa consideración de esta gran ciudad como protagonista que amamanta a tantos vástagos, se consideró oportuno ese reconocimiento de obra de relatos y novela al mismo tiempo.

Relatos de John Cheever

Crónica de los whapshot

La decadencia en su integridad, social y personal se transforma en una gran fuente argumental desde donde plantear las cotas de miseria que puede alcanzar el ser humano.

Un trasfondo melancólico inunda esta novela, una melancolía que impide per se plantear cualquier atisbo de felicidad entre los whapsot o cualquier otro habitante de la venida a menos ciudad de St. Botolphs.

La tristeza de lo que se fue o de lo que nunca se ha sido es lo que tiene, impide culminar cualquier buen plan porque dispone a los protagonistas en un complicado limbo entre el esplendoroso pasado y la insuperable sensación de pérdida.

Leander, el patriarca de la familia, Sarah como adorable esposa de moral escrupulosa, los jovenes Moses y Coverly como los únicos candidatos a escapar de la asfixiante melancolía sin retorno que encarna a la perfección la tía Honora, estricta y convencida de que las cosas todavía deben ser como antes, cuando ese antes ya solo es una sombra que conduce a la desesperación.

Crónica de los whapshot

Esto parece el paraíso

Para un autor del desencanto como Cheever este título puede parecer paradójico. Y lo es. Cierto que en ella se destila por fin algo de esperanza o un ligero deje de apuesta por el amor como argumento.

Pero Lemuel Sears representa al humano que se siente viejo, vencido en plazo por su tiempo. No hay mucho de felicidad en esa sensación.

Pero sí es cierto que al final se habla de sublimación, de cómo Lemuel Sears puede decidir un día luchar un poco contra sí mismo y levantarse con más energía, buscar una causa por la que luchar, dejarse seducir por un posible amor como si su corazón todavía pudiera redoblar en plan adolescente. No todo está perdido en la perdición…

Esto parece el paraíso
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