3 mejores libros de Juan Benet

Traigo a este espacio a uno de los escritores más atípicos de la narrativa española: Juan Benet. Un autor capaz de compatibilizar su trabajo como ingeniero de caminos con esta suerte de vocación literaria que desarrolló con maestría en el fondo y sobre todo en las formas, como solo un genio puede llegar a hacer.

Autores de prestigio actuales como Javier Marías reconocen en Juan Benet a uno de los más claros referentes literarios de la literatura española de mediados del siglo XX. Un escritor sofisticado, volcado en el brillante formalismo para aportar mayor trascendencia al fondo de la trama.

Lo más curioso de todo es que, pese a esa pluriactividad tan dispar, su manifiesta entrega al formalismo y al tropo exquisito siempre debio suponer una mayor exigencia y pulcritud a la hora de sentarse a escribir. Pero al final de lo que se trata es de ser consecuente y convencerse del trabajo bien hecho En el caso de Juan Benet ya se tratase de una presa hidráulica o una novela…

En el ensayo también se prodigó en libros sobre el propio estudio de la novela o en torno a la política española. En lo que a novela estrictamente se refiere, leer a Juan Benet aún hoy sigue suponiendo un reto intelectual en el que el lenguaje trasciende a las circunstancias políticas y sociales de su tiempo.

Abstrayéndose por completo de tendencias realistas previas a él, Juan Benet recupera el explendor del lenguaje para que transmita ideas, emociones y sensaciones. Sus libros son composiciones mágicas de palabras que acompañan y también adornan cualquier planteamiento en el que lo estricta y generalmente humano se convierte en fondo y escena, en lenguaje y en metáfora.

Top 3 novelas recomendadas de Juan Benet

Volverás a región

De alguna forma Juan Benet era un escritor marcadamente libre. Él se ganaba el pan con otra cosa y lo de escribir era un gusto, una intención comunicativa, una voluntad por encontrar un nuevo paradigma más allá del realismo que colmaba las librerias. Solo así pudo nacer esta primera novela del autor.

En la trama encontramos a Daniel Sebastián, un médico que trata infructuosamente de recuperar a un chaval desquiciado, o al menos suavizar sus brotes de locura. Y entre tanto una mujer que conduce al médico a una conversación profunda y laberíntica a la par que colmada de un brillante lirismo de un imposible Dante que se hubiera colado en la historia.

Lo más fascinante de todo es que el tema reincidente, el soporte básico de la obra es la guerra, las ideas que los dos personajes ofrecen sobre el conflicto armado que asoló Región en su momento.

Una brillantísima propuesta narrativa, con algún superfluo alarde cartográfico que delata al autor ingeniero pero que a su vez cartografía el alma del doctor, de la mujer de voz profunda y cautivadora y el alma atormentada del joven irrecuperable para la realidad, como una extraña metáfora de lo que queda después de una guerra.

Volverás a Región

Herrumbrosas lanzas

De nuevo Región vuelve a convertirse en el espacio de la novela. Y cada vez más se adivina la intención de abarcarlo todo en esa denominación genérica. ¿Por qué «Región»? Más allá de las derivas concretas de la trama, la idea abarca a la generalidad.

Desde la referencia clara a la Guerra Civil hasta la consideración del conflicto en cualquier lugar del mundo, donde, en última instancia, se descubre el padecimiento de una misma alma humana.

Una obra extensa (originalmente compuesta por tres volúmenes), donde Juan Benet nos presenta a personajes de ficción que viven un escenario bélico perfectamente reconocible y que sin embargo también acaban abarcando aspectos existencialistas como el azar, la predestinación, conceptos que en el escenario extremo de una guerra parecen sometidos a los caprichos de una muerte que campa a sus anchas entre la locura generalizada.

Herrumbrosas lanzas

El aire de un crimen

Región, el sempiterno escenario, quizás reflejo del glorioso Macondo. Probablemente la novela más dinámica de un autor que se asomaba al pujante género negro encarnado en España por Vázquez Montalbán, entre otros. Y lo cierto es que la mezcla resultó una magnífica fusión.

La habitualmente melancólica Región, se ve sacudida por la aparición de un cadáver sobre el que se desarrollará una trama en la que los habitantes de Región demuestran que su silencio es solo una asunción fatalista del destino, una concesión a lo oscuro de su espíritu invadido por la derrota y los penosos recuerdos del pasado.

Lo que pueda ocurrir en Región sobre el desafortunado cadaver, más la aparición de dos soldados desertores despiertan desasosiego y violencia en un pequeño cosmos deseoso de vacío, de oscuridad, de recogimiento.

Por momentos pensamos en los habitantes de Región como seres retraídos, incapacitados, hasta que la alienante sensación puede entenderse como fácilmente extrapolable al tiempo de Juan Benet y hasta a nuestro propio tiempo.

El aire de un crimen

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