La caída del siglo XIX y los albores del siglo XX encontraron en Benito Pérez Galdós y en Vicente Blasco Ibáñez a dos grandes narradores ocupados en la crónica de un tiempo de nostalgias hechas narración, de realismo (sobre todo en el caso de Galdós) pero también de un idealismo en búsqueda de un relato siempre costumbrista y pegado a la tierra con ínfulas de invitación a la transformación; a la búsqueda de identidades perdidas; a la reivindicación de lo popular pese al fatalismo hacia el que las circunstancias históricas conducían.
Con referentes cercanos de la generación del 98, encabezados en su más virulenta manifestación dramática en Valle Inclán, Blasco Ibáñez también se embarcó en una carrera política que lo condujo hacia la defensa de una república que había mamado desde su infancia en su primera instauración y que lo orientó a un enfrentamiento constante contra todo lo que no partiera de ese ideal republicano.
Quizás porque el asunto de la república nunca terminó de fraguarse desde sus días de infancia hasta después de fallecido, Vicente Blasco Ibáñez se movió por todo el mundo en un viaje que le sirvió para narrar apasionantes crónicas y para dar testimonio sobre lo exótico de tan dispares lugares que conoció.
Su literatura (porque en un autor tan intenso se puede hablar de una literatura propia) teje escenarios y personajes desde su más próxima tierra valenciana hasta muchos otros lugares, siempre con un humanismo sin paños calientes, con ese naturalismo convencido de ser necesario. Un necesario testimonio reconstruido en la ficción sobre un mundo que la Historia oficial siempre deja soterrado, como raíces de una intrahistoria necesaria.
Top 3 libros recomendados de Vicente Blasco Ibáñez
Los cuatro jinetes del apocalipsis
Para conocer la historia hay que leer también el relato de cada época. Y Vicente Blasco Ibáñez escribió en esta novela su perspectiva subjetiva, absolutamente comprometida, sobre las sombras que habían terminado por envolver un mundo sumido en la Gran Guerra.
Cuando leemos un libro de Historia se nos ofrecen los hechos que debemos creer y que, para ser justos, en muchas ocasiones se ciñen a hechos objetivos. El asesinato del archiduque como gesto de ofensa total contra el imperio austríaco, la triple entente y las potencias centrales.
Pero realmente siempre es más sugerente acercarse a unos personajes tan excelsos como son los Desnoyers y los Hartrott, pertenecientes cada uno a su bando y sumidos en la locura de tener que matarse pese a su tronco familiar común.
Los hechos más ciertos de nuestra civilización son los sentimientos y emociones narrados por quienes los vivieron, y las impresiones dadas por Blasco Ibáñez a estos personajes supusieron su reconocimiento mundial.
La barraca
Siempre tuve el recuerdo, cuando empecé a leer este libro, de la serie de televisión que se hizo para la novela. En su momento me daba la impresión de ser una serie que no avanzaba, con mucha luz del Mediterráneo y muchas conversaciones de los oriundos de la zona, algunas referencias a la vida agrícola y poco más.
Muchos años después, cuando leí el libro, descubrí lo lejos que estamos de nosotros mismos con el paso del tiempo. En ese costumbrismo que de niño me pareció soporífero, descubrí el vértigo de una pluma que te conduce al particular mundo de una España calma, ensimismada en su obligo, abnegada a la miseria e incapaz de abrirse al mundo.
La tragedia asoma en esta novela como una sensación de muerte anunciada entre pasiones inabordables y conflictos insuperables.
Cañas y barro
Gracias a la introspección de Blasco Ibáñez en su Valencia natal, media España se empapó del sabor salado de un mar levantino en el que personajes inmortales como los de Cañas y barro nos dejan que vivamos sus avatares en una mágica albufera.
Tonet representa a una juventud desgastada por ese fatalismo heredado de unos padres desencantados. La decadencia final del clan de los Palomas perfilado con una delicada sensación de violencia, decadencia moral y venganza.
Los Palomas, una saga familiar sacrificada que tuvo que enviar a su último hijo Tonet a la guerra de Cuba se enfrentará a la tragedia de las pasiones que acabará salpicando a todos los habitantes del lugar.
Rezension zu «Die vier Reiter der Apokalypse» (Anfang – den Rest würde ich Ihnen gerne per e-mail-Anhang zusenden – Adresse…?)
Mitten im Ersten Weltkrieg (1914) wurde dieses Buch in Paris geschrieben – ein spanischer Beitrag zur Kriegsverherrlichung, der z.B. in den USA zum Bestseller und bald auch verfilmt wurde. Keine Frage: Die Absicht des Autors, den preußischen Militarismus als den eigentlichen Kriegstreiber zu geißeln, ist aus heutiger wie aus damaliger Sicht berechtigt. Nicht aber die Absicht, pauschal zum Leitbild/Zerrbild einer ganzen Nation zu machen, dass alle nur «Tritte bekommen, die sie dann nach unten weitergeben wollen». Ganz anders natürlich die Widersacher dieser «mit Fußtritten erzogenen Kriegerhorde»: Da beschwört der Vater, als Zivilist gerade noch der Marneschlacht entkommen, seinen Sohn im bedrohten Paris, als dieser sich endlich auf seine kriegerischen Tugenden besinnt, dieser Krieg sei ja gar kein gewöhnlicher gegen anständige Gegner, sondern eine «Jagd auf wilde Tiere». Und auf solche solle er ruhig schießen, denn: «Jeder, den du zu Boden streckst, bedeutet eine Gefahr weniger für die Menschheit.»