Los 3 mejores libros del infumable Kafka

En ocasiones una obra concreta (literaria en este caso) hace flaco favor al autor. La desmedida ponderación de La Metamorfosis como obra maestra debió significar el peso de una losa sobre el bueno de Franz (algo parecido le debió ocurrir a Salinger con El guardián entre el centeno, más mito que otra cosa).

Así, Kafka, considerado por él mismo como un autor mediano (que no mediocre), acabó sus días pensando que muchas de sus obras inéditas no deberían publicarse jamás. La Historia se ocupó de etiquetar su obra como «muy personal» o «distinta», ea, pues no seré yo quien lleve la contraria a la Historia.

Lo que tampoco negaré es que en parte estoy de acuerdo con esta idea de medianía propia de lo escrito por Kafka. En muchos casos hablamos, por decirlo de alguna forma, de literatura superflua o intrascendente según las directrices que nos marcan críticos y demás caterva.

Sin embargo, la trascendencia oficial de Kafka nos ha conducido a muchos lectores en el mundo tras la huella de su inmortal Metamorfosis y de algunos otros libros más, que a la postre, SÍ fueron publicados.

No obstante, si estás muy convencido de la valía de este autor, y antes de determinar mi ranking de sus libros, puedes hacerte con toda su obra en un estuche de lujo para cualquier biblioteca que se precie, dispone aquí abajo:

Dicho todo esto, en resumen, voy a nombrar esos tres mejores libros de Kafka, o al menos los que me dieron a mí una impresión de salvables.

Libros (más o menos) recomendados de Kafka

El proceso

Bastante por encima de la Metamorfosis en cuanto a un componente social y político del momento vivido por Kafka. El proceso se cuenta entre las pocas obras de la literatura que han alcanzado el raro destino de desbordar ampliamente los meros límites de su naturaleza como relato.

En efecto, en esta novela que se inicia con el arresto, una mañana, de Josef K., supuestamente acusado de un delito que nunca llegará a conocer, y quien a partir de ese momento se ve envuelto en una maraña inextricable regida por un mecanismo omnipresente y todopoderoso cuyas razones y finalidades resultan inescrutables, Franz Kafka forjó una vigorosa metáfora de la condición del hombre moderno. Max Brod, amigo, editor y albacea literario de Kafka tras su muerte, conoció la existencia de la obra en 1914, pues Kafka, según su costumbre, le leyó algunos pasajes.

Desde un primer momento quedó fascinado por la fuerza de la historia, por lo que insistió, como en otras ocasiones, en que se publicara, contra la habitual reticencia de su autor.

Tras la prematura muerte por tuberculosis de Kafka en 1924, y a pesar de que el autor había manifestado en una nota su deseo de que todos sus escritos fuesen destruidos sin ser leídos, Max Brod decidió publicar El proceso años después. La presente edición recoge el texto íntegro y la ordenación de Kafka sin los expurgos y arbitrariedades de las primeras ediciones de Max Brod.

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La madriguera

Bajo el tamiz surrealista que gobernó la obra de este autor, una nueva personalización animal (un roedor en este caso) aporta la perspectiva del ser humano, de su compleja psique, de sus obsesiones, de su capacidad para la obcecación pese a la razón, todo ello a través de un extrañamiento con multitud de interpretaciones.

Una nueva edición castellana pone en foco uno de los últimos textos de Franz Kafka: acosado por la tuberculosis, en medio de la hiperinflación, hizo jugar en La madriguera las últimas fichas de su discretísimo sarcasmo, su sensualidad terrible, sus silencios.

La madriguera encierra, quizá, su profecía de más largo alcance. Fue integrado en el volumen póstumo Descripción de una lucha por Max Brod, quien también le puso título. En castellano dicho título ha sido traducido como La madrigueraLa construcciónLa guarida o La obra.

El protagonista de este relato, un roedor, es el constante artífice de una cada vez más compleja excavación de túneles a la que dedica su vida y todas sus preocupaciones.

El castillo

Los kafkianos de pro remarcan esta obra como la más destacada del autor judío. El castillo cuenta los infructuosos intentos del agrimensor K. por acceder a las autoridades del castillo, que al parecer ha reclamado sus servicios, y obtener el permiso para ejercer su trabajo y establecerse así en la aldea en la que ha sido recibido como un forastero.

Con su insistencia en reclamar los derechos que le corresponden, las peripecias a menudo cómicas del agrimensor K. configuran una parábola insondable sobre la abstrusa condición del poder y sobre el difícil sentimiento de pertenencia que angustia al hombre moderno.

En El castillo, escrito en la última fase de la vida del autor, cuando la enfermedad progresaba con una desesperante tenacidad, la fuerza expresiva de Kafka alcanza una intensidad inusual, siendo testimonio de la falta de compromisos del autor, de su firme voluntad de enfrentarse a un terrible reto existencial: el «asalto contra la última frontera terrenal» su deseo de ser «final o principio».

Esta madurez e intensidad, su extraordinario estilo, el cual, como dijo Hermann Hesse, convierte a Kafka en un rey secreto de la prosa alemana, hacen de la novela El castillo un joven clásico de la literatura universal, un clásico que, como El proceso, ha desencadenado un alud de interpretaciones y comentarios, no solo literarios, sino filosóficos, teológicos, psicológicos, políticos y sociológicos, demostrando así que ha tocado el nervio de nuestra época.

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