Los 3 mejores libros de John Banville

John Banville o Benjamin Black, según la ocasión. Recuerdo que en alguna ocasión, cuando me disponía a publicar mi primer libro, le propuse a mi editor el sacar esa ópera prima con pseudónimo. Él me miró con extrañeza y me aseguró que los pseudónimos los usan los escritores exiliados o los que eran tan famosos y escribían tanto que necesitaban plantear esta fórmula de falsa competencia.

El caso de John Banville es, lógicamente el segundo. Cuando eres tan prolífico o tienes una época creativa rebosante y además tus ventas son top, mejor diversificar para no saturar a la gente, ofreciendo una idea de diversificación… Si es que realmente son esos los motivos. Puede que finalmente todo se reduzca a que Banville quiso escribir con pseudónimo y le dejaron hacerlo. Al fin y al cabo Benjamin Black es un nombre sugerente y que se queda fácil.

Para el propio John su alter ego le sirve para ser más productivo, es como un disfraz. Una especie de concesión completa al libertinaje creativo bajo otro nombre que se pueda comer todo tipo de prejuicios para acabar escribiendo de manera más libre y fluída.

John es un escritor de vocación casi matemática. Desde siempre quiso escribir. Cuando ya fue adulto pensó que lo mejor para llevar a cabo su plan era viajar. Se las ingenió para conseguir encontrar trabajo en una compañía aérea y así conocer mundo. Un auténtico irlandés errante que sin embargo siempre tuvo su patria muy presente, como así queda atestiguado en muchas de sus novelas. En 2014 se le concedió el Premio Princesa de Asturias de las Letras, todo un reconocimiento para un buen escritor, de prosa fina pero que no se cierra a lo comercial.

3 novelas recomendadas de John Banville

Tetralogía científica

No es lo mismo disfrazarse de intelectual para asomar como un auténtico pedante con ínfulas que ser John Banville y atreverse con cada una de las historias que encierran este volumen. Elegante sofisticación al servicio de las tramas. Un gusto incomparable por lo histórico revestido de apabullantes tramas cargadas de tensión. Un volumen que engrandece al escritor y que satisface a cualquier lector en busca de referencias históricas y culturales de primer orden sin olvidar a los que solo se adentran en la narrativa como entretenimiento…

En una época de mentes cerradas en la que reinaban el caos y una concepción errónea del universo aceptada desde hacía siglos, unos pocos hombres se atrevieron a cuestionar esa visión, decididos a descubrir y revelar cómo funcionaba el mundo.

En Copérnico, novela ganadora del James Tait Black Memorial Prize, Banville evoca la vida de un hombre tímido, desconcertado por las conspiraciones que se desatan a su alrededor y en busca de una verdad que hizo añicos la visión medieval del universo.

En Kepler, merecedora del Premio de Ficción de The Guardian, sigue los pasos de uno de los mayores matemáticos y astrónomos, cuyo afán por trazar una carta de las estrellas y los planetas revolucionaría la visión del cosmos que regía la Europa del Renacimiento.

En La carta de Newton, un historiador contemporáneo se retira al campo para terminar su biografía de Isaac Newton, pero su libro entra en un bucle cuando se obsesiona con el colapso nervioso que el gran físico y matemático británico sufrió en el verano de 1693 y con la familia que le alquila la cabaña de verano.

Finalmente, con Mefisto Banville da una vuelta de tuerca al mito del doctor Fausto y el precio que el científico y el artista deben pagar por su vocación. Cuatro obras ineludibles del premio Príncipe de Asturias de las Letras reunidas por primera vez en un solo volumen.

Regreso a Birchwood

En Regreso a Birchwood, John Banville se ocupa en presentarnos una Irlanda invadida por esa morriña propia de esta gran isla. Gabriel Godkin es su protagonista, una especie de alter ego del autor que regresa a ese Birchwood inventado que representa al cosmos de estereotipos irlandeses.  Gabriel descubre que la vieja casa en la que se crió se sostiene a duras penas, cobijando a personajes que la habitan que parecen salpicados por ese mismo deterioro de un inmisericorde paso del tiempo.

En cierta forma, se puede detectar esa especie de metáfora entre la realidad encontrada y el recuerdo de un pasado feliz cuando vuelves a espacios de de otros tiempos. El choque emocional puede asemejarse a ese desorden material que dibuja el autor. Sin embargo, el toque trágico de la historia también se mueve con un punto de humor, ácido sin duda alguna, pero humor al fin y al cabo, del que se sirve uno para ir superando la tragedia de las pérdidas y la nostalgia.

Visto el desastroso estado de aquel espacio de su infancia, Gabriel acaba embarcándose en un circo, con la esperanza de dar con su hermana gemela, a la que perdió la pista inexplicablemente. Y es entonces cuando el autor aprovecha para retratar la Irlanda profunda, castigada por la miseria en su parte rural. Y también es entonces cuando descubrimos la grandeza de los personajes que ocupan esos lugares castigados.

Figuras esperpénticas de comportamientos extraños que, dotados de la mágica capacidad descriptiva de John Banville van dejando su impronta, entre la excentricidad más brutal y un innegable vitalismo del que los empuja en sobrevivir frente a un mundo que se lo niega todo.

En esta novela, Irlanda es una suma de recuerdos de felicidad que se deslizan como corrientes entre todos los escenarios planteados, que dejan a su paso una pátina que homogeniza en sepia rostros y casas, enseres y almas.

regreso a birchwood

Las sombras de Quirke

Quirke fue un personaje que pasó de las novelas de John Banville a la televisión de todo el Reino Unido. Un aplastante triunfo cuyo secreto es el respeto por la singular ambientación que este autor, bajo el seudónimo de Benjamin Black, viene ofreciendo a sus lectores desde hace años.

Toda novela negra necesita de un personaje funambulista que camina en la zozobra entre el bien y el mal. Quirke conoce el lado más sórdido de la sociedad, pero sabe que éste no es más que un reflejo de las más altas instancias, donde ciudadanos afamados y gloriosos descienden de vez en cuando a los infiernos para extender a placer todo el mal que gobierna sus almas.

En el caso del libro Las sombras de Quirke, todo parte de un aparente suicidio al volante de un coche. Un funcionario hastiado de la vida parece haber decidido quitarse de enmedio. Pero siempre queda algo mal cerrado en todo homicidio, como si Dios interviniese a cada momento para vengar la afrenta del hombre que mata a otro hombre, sobrepasando el poder del Creador para dar y quitar vida.

Tal vez me haya puesto demasiado rimbombante… pero es que también la religión, o los que la gobiernan,  tiene aquí su papel estelar entre lo amoral y lo macabro.

Quirke cree moverse hacia la verdad, hasta que esa verdad empieza a salpicar a su entorno, hasta lo más hondo de su ser. Es entonces cuando todo estalla, y la resolución del caso puede convertirse en el más grave descubrimiento.

las sombras de quirke

Otros libros recomendados de John Banville…

La alquimia del tiempo

Puede resultar optimista decir que el tiempo provoca, descubre o deriva en alguna especie de alquimia. Porque las arrugas, dolencias y melancolías atacan a huesos y alma como regulares réplicas. Pero bueno, pensándolo bien el cambio es tan innegable como inabordable. Así que lo mejor es verlo como una alquimia donde pueden sintetizarse las mejores últimas oportunidades. Y nadie mejor que un grandísimo narrador como es Banville para sazonarlo todo entre recuerdos y esa ficción épica de lo cotidiano a la que dar la mejor forma y salida.

Esta obra cercana a la autobiografía (sobre su vida en la ciudad y sobre una ciudad viva), posee tantas capas y es tan rica emocionalmente, tan ingeniosa y tan sorprendente como cualquiera de sus mejores novelas. Para Banville, nacido y criado en un pequeño pueblo cerca de Dublín, la ciudad fue al principio un lugar apasionante, un regalo y, también, el lugar donde vivía su querida y excéntrica tía. Y, sin embargo, cuando llegó a la mayoría de edad y se instaló allí, se convirtió en el habitual telón de fondo de sus insatisfacciones, y de hecho no tuvo un papel propio en su trabajo hasta la serie de Quirke, escrita como Benjamin Black.

Aquella fascinación infantil permaneció oculta en algún lugar de su memoria. Pero aquí, mientras nos guía por la ciudad, deleitándose con su historia cultural, arquitectónica, política y social, Banville saca a la luz los recuerdos que están unidos a lugares y momentos formativos más importantes. El resultado es un tour maravilloso por Dublín, un elogio tierno y poderoso a una época y un lugar que dieron forma a «un artista adolescente».

La alquimia del tiempo. Banville

El intocable

¿Qué podría contar un espía dispuesto a contarlo todo? Da igual de qué país hablemos, tras la diplomacia y sus apariencias el submundo dispone del engranaje real con el que se mueven las cosas…

Resumen: Victor Maskell, homosexual y esteta, es un eminente historiador del arte, experto en Pussin y conservador de la colección de pinturas de la reina de Inglaterra, y entre los años treinta y sesenta también fue un topo de los rusos infiltrado en el corazón mismo del establishment británico.

Ahora acaba de ser públicamente expuesto como un traidor en la Cámara de los Comunes por la señora Thatcher es el cuarto hombre del mítico grupo de espías de Cambridge y se dispone a enfrentarse a la humillación pública o simplemente a soportarla, como el estoico que siempre ha dicho ser, convertido para siempre en un paria, un «intocable».

Pero ya es un hombre viejo, quizás a las puertas de la muerte, y en un último acto de develamiento, o quizás de suprema venganza, decide escribir sus memorias. Será éste un proceso semejante a la restauración de uno de los cuadros que tanto amó, y página tras página irá despojando a la tela de su vida de las infinitas capas de mugre, barniz y pinturas que ocultan otras pinturas, hasta que por fin reaparezca la figura auténtica, o al menos la que más se parece a la verdad.

el intocable banville

Quirke en San Sebastián

Cuando Benjamin Black hizo saber a John Banville que la siguiente entrega de Quirke acontecería en la ya ilustremente cinematográfica Donosti, no podía imaginar cuanto de acertado sería el asunto. Porque nada mejor que la sintonía del desarrollo de una trama plagada de contrastes como la propia San Sebastián, tan pronto salpicada con su blanco luminoso en los días buenos como repentinamente sumida en las sombras que acaban por sublevar su mar.

Arrastrado por su vitalista esposa Evelyn a unas vacaciones en San Sebastián, el patólogo Quirke pronto deja de echar de menos el lúgubre y sombrío Dublín para empezar a disfrutar de los paseos, el buen clima, el mar y el txakoli. 

Sin embargo, toda esta calma y hedonismo se ven perturbados cuando un accidente algo ridículo lo lleva a un hospital de la ciudad. En él se cruza con una irlandesa que le resulta extrañamente familiar, hasta que finalmente cree reconocer en ella a una infortunada joven, amiga de su hija Phoebe.

Si la memoria, o el abuso del alcohol, no le juegan una mala pasada, se trataría de April Latimer, presuntamente asesinada —aunque su cadáver jamás fue hallado— por su perturbado hermano en el transcurso de una sórdida investigación en la que el propio Quirke se vio implicado años atrás. Convencido de que no ha visto a un fantasma, insiste a Phoebe para que visite el País Vasco para salir de dudas.

Lo que Quirke ignora es que la acompañará el inspector Strafford, por quien siente una aguda antipatía, y que, además, un asesino a sueldo muy peculiar emprenderá idéntico trayecto.

Quirke en San Sebastián
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