3 mejores libros de Margaret Atwood

Activista social y escritora. La canadiense Margaret Atwood alterna y compagina sus dos actividades con el mismo nivel de compromiso. Una autora que cultiva una narrativa variada y siempre preciosista, conmovedora en consonancia con sus inicios poéticos pero siempre vanguardista, capaz de conducirse por tramas y planteamientos realistas para sorprender de inmediato con historias de auténtica ciencia ficción.

La inquietud creativa dice mucho de cualquier creador. Lo fácil es el etiquetado, el estancamiento. Pero además de que a la larga quedarse en un único espacio puede ser contraproducente de cara al lastre de las etiquetas, el propio espíritu creativo se adocena, se acomoda, se estanca en una misma historia contada una y otra vez.

Probablemente ese carácter de activista social imposibilite el posicionamiento cómodo en cuanto a la narrativa de esta autora, acabando siempre por sorprender y hacer más difícil esa tendencia de críticos y lectores por el encasillamiento. Dicho esto, como siempre me toca, voy a aventurarme con sus tres novelas recomendadas.

3 novelas recomendadas de Margaret Atwood

El cuento de la criada

Siempre resulta estimulante encontrar una trama de ciencia ficción en una autora de reconocido prestigio. Feminismo y Futurismo. Distopía y crítica social.

Resumen: En El cuento de la criada, Margaret Atwood, autora canadiense galardonada con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2008, el Booker Prize y otros importantes premios literarios, imagina una dictadura habitada por mujeres estériles.

Este hecho, unido a la persistencia de las clases sociales y a la primacía del varón, da lugar a la consideración de la mujer en función de su posibilidad reproductora y, en concreto de mantener el predominio de la clase alta que gobierna la sociedad. El cuento de la criada fue llevada al cine con gran éxito y es, con toda seguridad, una de sus novelas más conocidas.

EL CUENTO DE LA CRIADA

Alias Grace

¿Puede estar justificado el homicidio?… No me refiero a un planteamiento bajo el estado actual de nuestras sociedades más civilizadas. Se trata más bien de buscar algún tipo de derecho natural, por remoto en el tiempo que sea, que pudiera justificar matar a un semejante. Actualmente recurrimos a que el odio y la venganza no son sentimientos que puedan conducir a comportamientos aceptables moralmente, pero en algún momento, bajo la legislación primaria de alguna organización básica humana, esto debió ser así, simplemente resarcir con tu propia vida si has sido capaz de causar un daño…

El conflicto, todo conflicto, queda hoy institucionalizado. La justicia aplica el derecho, las normas para cada caso. Pero la justicia también es subjetiva. Y habrá quien jamás vea que justicia alguna de los hombres en colectividad pueda pagarle por un daño causado. No planteo un debate gratuíto a raíz de este libro original de 1996.

Es más bien cosa de la gran autora Margaret Atwood, que supo convertir un testimonio real en el emblema del equilibrio imposible entre la verdadera justicia y la moral. Grace Marks, a sus tiernos 16 años ha sido condenada a cadena perpetua. Corre el año 1843 y la Justicia oficial ya está lo suficientemente armada como para encontrar el castigo en la cadena perpetua de Grace. Pero ella ya se había tomado justicia propia. La que le dictaba su corazón.

Quizás se trate de una asesina visceral, sin escrúpulos, afectada por alguna psicopatía… Solo años después, el doctor Simon Jordan se acerca hasta Grace en busca de respuestas. La chica puede conseguir un indulto. Eso es lo que pretenden algunos nuevos loobys, eliminar la etiqueta de castigo perpetuo para la chica para poder concederle una segunda oportunidad. Todo dependerá de lo que ella pueda querer comunicar. De lo arrepentida que esté. De su presencia ante el mundo como una mujer ya madura y alejada de los demonios que la pudieron poseer…

Pero lo que Simon Jordan empieza a descubrir lo trastoca todo. Quizás Grace no pudo nunca contar la verdad. Quizás la contó y no quisieron escucharla… Una verdad perturbadora se abrirá camino gracias a la mediación del doctor Simon Jordan. Y los cimientos de la sociedad se sacudirán al son de un terremoto para las conciencias.

ALIAS GRACE

Los testamentos

Sin duda Margaret Atwood se ha convertido en icono de masas del feminismo más reivindicativo. Principalmente por su distopía de El cuento de la criada. Y es que varias décadas después de ser escrita la novela, su llevanza a la televisión consiguió ese inesperado efecto del eco retardado.

Claro está que la oportunidad la pinta calva para plantearse una segunda parte. Y seguramente también las irrenunciables sugerencias para una continuación del puño y letra de la gran hacedora de la historia. La cuestión es acertar y salvar esa manida crítica de que las segunda partes nunca son buenas. Algo más propios de nostálgicos aferrados a la obra original con vocación por la crítica sumaria de toda secuela.

La parte meramente narrativa nos conduce más de una década después del relato original. La República de Gilead sigue dictando normas, comportamientos, creencias, deberes, obligaciones y muy pocos derechos para los subyugados ciudadanos y, sobre todo, ciudadanas.

Bajo el miedo sigue permitiéndose el abuso, aunque los conatos de insurgencia, sobre todo desde las mujeres, mucho más afectadas por el siniestro gobierno, van creciendo en focos crecientes hacia una decadencia anunciada de Gilead. Allí donde existen mujeres capaces de discernir, entre la celosía del miedo, su más firme voluntad puede albergarse la esperanza.

Por supuesto que las tres mujeres que conforman el singular triángulo, provenientes de muy diferentes estratos sociales; desde los más favorecidos, privilegiados y transigentes con el régimen, hasta los más insurrectos y aún belicosos, se concitarán para acabar enfrentando todo tipo de conflictos, incluso consigo mismas.

Entre las tres, destaca principalmente Lydia con su papel dicotómico entre la moral imperante y la ética más humanista que sirve para dibujar ese misterio sobre lo que pueda ocurrir finalmente antes de que Gilead tan solo sea un vago recuerdo de lo peor, algo que siempre puede llegar a ser, moraleja final de toda distopía con poso.

Los testamentos

Otros libros de Margaret Atwood…

La semilla de la bruja

Lo mejor de Margaret Atwood es que, independientemente de presuponerle por derecho propio una calidad literaria, siempre te acabará sorprendiendo en lo argumental o en la forma. Innovadora sobre su propia obra, Margaret se reinventa a cada nuevo libro.

En la semilla de la bruja nos adentramos en la piel de Felix, un voluntario entregado a la causa de recuperar reclusos a través del teatro.

Nada mejor que Shakespeare y nada mejor que La tempestad para que aquellos «perdedores» descubran al Calibán de su interior pero también al Ariel. Ni Calibán era tan malo ni Ariel puede acabar siendo feliz en su completo servilismo. Se trata de dos personajes antagónicos de la gran obra de Shakespeare ¿recordáis?. Uno hijo de la bruja Sycorax y el otro un condenado por la misma y hecho esclavo finalmente por Próspero.

Félix quiere buscar la síntesis, la mejor de las mezclas para que aquellos presos busquen el equilibrio en sus humanidad sin cejar en su rebeldía como instinto de defensa, como necesidad de cambio.

Nuestras acciones, las acciones de aquellos que acabaron con sus huesos en la cárcel siempre pueden derivar en culpas y condenas. Y no siempre las privaciones de libertad o las condenas más severas se encuentran entre los pabellones de las cárceles…

La preparación de la obra a interpretar por los reclusos, para cuyo fin se entrega Félix, también es un ensayo de lo que sus interprétes son y lo que han dejado atrás, de oportunidades, venganzas y consciencia.

La vida es paradoja, contradicción. Cuando puedes comerte el mundo no tienes ni idea de por donde empezar, cuando podrías hacerlo nos mostramos inapetentes. Acabamos consumiéndonos así en el materialismo hueco. Ahora y ya en tiempos de Shakespeare…

Pero los reclusos del profesor Félix van a aprender una lección enseñada por ellos mismos. El descubrimiento del ser, del fuero interno, de la batalla entre el bien y el mal solo puede derivar hacia la paz interior.

Pero nadie esta libre de recaer en el ánimo más cruento de venganza, ni tan siquiera el propio profesor Félix…

La semilla de la bruja, de Margaret Atwood

El asesino ciego

Una historia dentro de otra historia. Los funestos hechos que nacen de la narración principal dan pie a una especie de introspección para nuevos personajes. En torno a la malograda Laura vamos conociendo a sus personas más próximas. Se van hilvanando así historias que confluyen pero que no participan de un mismo destino.

Las vivencias compartidas no tienen porque definir a dos personas distintas. Ya se sabe que el cielo de alguien puede ser el infierno de otra persona. Mientras avanzamos en el planteamiento intimista, nos adentramos en el Canadá propio de la autora, un país que no por lejano se vio menos afectado en el periodo de entreguerras.

Resumen: Poco después de que la Segunda Guerra Mundial haya llegado a su fin, un coche se despeña por un puente y fallece una joven llamada Laura. A pesar de que el trágico suceso se vende a la opinión pública como un accidente de tráfico dada la importancia del apellido familiar de la finada, con toda probabilidad se trata de un suicidio.

Tiempo después, su hermana Iris, rememora la infancia de ambas en la convulsa Canadá de entreguerras y reconstruye la historia de la rica dinastía a la que pertenecen, marcada por episodios oscuros y turbios. Dentro de la novela de Margaret Atwood aparece otra novela escrita por una de las protagonistas, que a su vez contiene otra narración.

El asesino ciego
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